LA ECONOMÍA DE EE.UU.
El año pasado, Washington gastó unos US$300.000 millones en importaciones de petróleo. Esto representó casi dos tercios de todo el déficit comercial del país. Las importaciones de crudo están, entonces, vaciando miles de millones de dólares al año de la economía.
Como dice la IEA, un déficit comercial persistente puede actuar como un lastre para el crecimiento económico, la manufactura y el empleo.
Si EE.UU. alcanzara la independencia energética, no solamente gastaría mucho menos en energía interna más barata, sino ese dinero estaría llegando principalmente a los bolsillos de los productores de energía nacionales.
El gasto en importaciones petrolíferas representa más o menos 2% del crecimiento económico anual del país. Como el crecimiento promedio es de 2% al año, el país estaría, en efecto, logrando un crecimiento anual gratis.
Paul Dales, de Capital Economics, arguye que como este crecimiento estaría distribuido a lo lardo de 10 a 20 años, los beneficios anuales serían mucho menores -en este caso, 0,2% a 0,1%.
Es verdad, pero comparando ahora con la independencia energética, el impulso a la economía estadounidense que representaría el fin de las importaciones de crudo sería significativo.
LA MANUFACTURA DE EE.UU.
La independencia energética se alcanzará sólo a través de los abundantes y baratos petróleo y gas de esquisto, que podrían iniciar una época dorada de manufactura en Estados Unidos.
Los precios de la energía en EE.UU. son mucho más bajos que en Europa o Japón y este hecho -combinado con el alza de salarios en China y el aumento de la productividad en las fábricas de EE.UU.- significa que un número de compañías estadounidenses están buscando traer su producción de vuelta al país, algo así como una repatriación.
Varias empresas, incluyendo Dow Chemical, General Electric, Ford, BASF y Caterpillar, han anunciado la inversión de cientos de millones de dólares en nuevas plantas o la reapertura de predios que habían sido clausurados. Inclusive Apple anunció la apertura de una nueva fábrica en Arizona, más de una década después de cerrar su última planta en EE.UU.
De hecho, entre 2010 y finales de marzo de 2013, se anunciaron casi 100 proyectos químicos industriales valorados en unos US$7.200 millones, según el Consejo Químico de Estados Unidos.
En efecto, un estudio realizado por la firma contable PricewaterhouseCoopers estima que un millón de empleos en manufactura se podrían crear para 2025 gracias a los bajos precios de energía y la demanda de la industria del gas de esquisto. Un análisis adicional del grupo Boston Consulting apunta a un auge en las exportaciones de manufactura estadounidense.
Cualquier impulso en la producción de manufactura estadounidense obviamente elevaría todo el crecimiento económico aún más. Y los beneficios ya se están sintiendo -muchos economistas señalan que los combustibles más baratos son una de las razones por las que EE.UU. ha tenido un desempeño mayor al esperado, en años recientes.
LA MANUFACTURA DE EUROPA
Hace apenas cuatro años, los precios de gas en Europa eran más o menos iguales a los de EE.UU. Ahora son tres veces más caros y la IEA vaticina que todavía podrían llegar al doble en 2035.
Boston Consulting espera que, el próximo año, EE.UU. tenga una ventaja en costos de exportaciones de entre 5% y 25% sobre Alemania, Italia, Francia, Reino Unido y Japón en una gama de industrias, incluyendo plástico y caucho, maquinaria, computadoras y electrónicos.
Ya un número de compañías europeas están buscando invertir intensamente en EE.UU. La petrolera holandesa Royal Dutch Shell anunció el establecimiento de una planta química en la zona rica en gas de los Apalaches, el gigante industrial francés Vallourec acaba de invertir más de US$1.000 millones en una planta nueva en Ohio, mientras que el grupo acerero austríaco Voestalpine está invirtiendo US$750 millones en una nueva fábrica en Texas.
Ese peligro no pasa desapercibido entre los políticos europeos.
El año pasado, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, anunció: "Todos los líderes están conscientes de que la energía sostenible y barata es la clave para mantener las fábricas y los empleos en Europa. La industria encuentra dificultades para competir con firmas extranjeras que pagan la mitad por electricidad, como en Estados Unidos".
Inclusive la Comisión Europea ha mencionado el tema de la "desindustrialización de Europa" debido al elevado precio de la energía.